domingo, 23 de agosto de 2015

LA LITERATURA DESDE 1975

Partamos de un dato estadístico: en el año 1990 se publicaron el doble de libros en euskera de lo que se había publicado entre 1876 y 1975. Curioso, ¿no? ¿Qué había pasado entre 1975 y 1990 para que se produjera ese cambio?

Una primera reflexión nos llevará a los acontecimientos históricos. Con la muerte de Franco en 1975 se abría un nuevo mundo sin prohibiciones hacia la cultura en euskera. Tras aprobarse la Constitución en 1978 y el Estatuto de Autonomía del País Vasco en 1979, se inician quince intensos años de recuperación lingüística y cultural. 
En 1982 el euskera se convierte en la lengua cooficial de Euskadi y se crea la ETB con el fin de difundirlo. También se regulan los modelos lingüísticos de la enseñanza. A esto habría que sumar la fundación de HABE e IRALE un año antes para alfabetizar a la población adulta.

En el plano cultural, habría que citar la creación de Euskadiko Idazleen Elkartea en 1982 y de EIZIE en 1987, la intensa labor que desarrollará en estos años la Academia de la Lengua Vasca, las ayudas gubernativas que se concederán a la creación literaria, una infraestructura editorial cada vez mejor asentada, la creación de numerosos certámenes literarios, la fundación de numerosas revistas literarias…
A partir de 1989 empiezan a aparecer en la literatura vasca unos pocos escritores de proyección internacional y un año más tarde aparecerá Euskaldunon egunkaria, el primer diario íntegramente en euskera que se escribía después de la muerte de Franco. A esto habría que sumar que el modelo de enseñanza en euskera iba ganando cada vez más alumnos, en detrimento del modelo A, que fue el elegido por más de la mitad de la población hasta 1996 / 1997, con lo que cada vez había más personas capaces de leer en euskera.

En definitiva, a pesar de que en Navarra y en el País Vasco Francés la situación no era tan halagüeña, la red de recursos e instituciones creadas hasta entonces fue la mayor de que ha dispuesto nunca el País Vasco.

Pero a estos cambios externos, habría que sumarle la autonomía de la literatura vasca, marcada por un manifiesto publicado en 1975 en la revista Anaitasuna y firmado por Bernardo Atxaga y Koldo Izagirre, en el que se reivindicaba una literatura desligada de todo compromiso que no fuera el estrictamente literario.
La literatura que se escribe a partir de la década de los 80 tiene vocación de perdurar, por lo que las obras serán de mayor calidad y habrá un especial interés por mantenerse atentos a los movimientos literarios de fuera de las fronteras vascas.
Además, en los años ochenta se produjo un espectacular aumento de revistas literarias, que servían de plataforma para los nuevos escritores. Entre ellas podemos citar: Susa, Maiatz, Pamiela, Korrok, Literatur Gaztea, etc.
En cuanto a los géneros, el que predomina en los ochenta es el cuento y, a partir de los noventa la novela, señal de que la literatura vasca había madurado. La poesía, en cambio, se redujo ligeramente durante los ochenta y aún más en los noventa.

En la recopilación Desde aquí: antología del cuento vasco actual recopila en su traducción al castellano  algunos de los mejores
cuentos escritos en euskera entre 1980 y mediados de los 90.  
Como acabamos de decir, el relato breve fue el género estrella durante los años ochenta. Eran colecciones irregulares, que en general carecían de unidad temática, en las que con frecuencia se incluía algún cuento premiado en alguno de los muchos certámenes convocados en el País Vasco. Aunque a partir de la década de los noventa las colecciones de cuentos en euskera tienen una mayor unidad temática. Entre los mejores escritores de cuentos de los ochenta habría que destacar a Bernardo Atxaga, que en esta década escribe muchos de los cuentos que formarían después parte de Obabakoak, obra con la que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1989; Joseba Sarrionandia y Joxe Mari Iturralde y ya en los noventa destacan Juan García Garmendia, Juan Luis Zabala e Iban Zaldua.
En cuanto a la novela, podría señalarse que adopta múltiples rumbos. Al principio, como reacción al costumbrismo y a la literatura social que se había cultivado anteriormente, se empieza cultivando el vanguardismo. La primera novela que se escribió en esta etapa, Sekulorum sekulotan, de Patri Urkizu sigue esta línea, así como Ziutateaz, de Bernardo Atxaga y Zergaitik bai, de Koldo Izagirre.
 Otros novelistas, en cambio, cultivaron tendencias más personales e intimistas, ya sea para hablar de la maternidad, como Arantxa Urretabizkaia, para escribir sobre los recuerdos de la infancia y juventud, como Joxe Austin Arrieta, la angustia de Juan Luis Zabala, etc. También hay escritores que, influidos por los escritores latinoamericanos, cultivan el realismo mágico, como Joan Mari Irigoien y Anjel Lertxundi, que empieza cultivando el realismo mágico pero más tarde se adentra en el mundo de la novela negra y la literatura infantil y juvenil, entre otros géneros. Pako Aristi, por su parte, cultiva el tremendismo rural, Gotzon Gárate e Itxaro Borda serán los principales cultivadores del género negro.
Destacan las novelas de Bernardo Atxaga Zeru horiek, en la que narra las reflexiones sobre su vida personal y sentimental de una mujer que acaba de salir de la cárcel tras acogerse a un programa de reinserción; Bi anai (1985), localizada en Obaba y donde se narra en clave de fantasía la tragedia de dos hermanos huérfanos, uno de los cuales es retrasado y Gizona bakardadean, una novela policial basada en el conflicto vasco. También ha cultivado la literatura infantil.
Y desde Navarra, los autores Aingeru Epaltza, ganador del premio Euskadi a la mejor obra de 1996 por Tigre ehizan, y Pello Lizarralde desarrollan una interesante carrera novelística.

Bi anai, tráiler de la película. 
Adaptación al cine de la obra de Bernardo Atxaga

También en la poesía se va a tratar de romper con el pasado. Había que buscar nuevos caminos, que llevarían a la vanguardia y al experimentalismo. El punto de partida de esa nueva poesía lo puso Etiopía, de Bernardo Atxaga, que se consideraría sucesor natural de Gabriel Aresti.
Influido por los autores simbolistas franceses, Atxaga va a cultivar una poesía surrealista y dadaísta en sus primeros momentos, hasta que alcanza un nivel de lirismo absolutamente único, lo que le convirtió en faro solitario del panorama literario de su tiempo. Koldo Izagirre, uno de los poetas más brillantes de la literatura vasca, iba a seguir una línea similar. 
                                 
Frente a las propuestas vanguardistas de Atxaga e Izagirre, otros poetas como Bitoriano Gandiaga y Juan Mari Lekuona plantean otras propuestas. Ambos comparten la influencia de Jorge Oteiza y su admiración por el Aresti de los sesenta, pero sus respectivas poéticas son únicas. Lekuona influyó en la obra de autores como Imanol Irigoien o Amaia Iturbide como casos más evidentes.

Por lo demás, podemos decir que las tendencias que se cultivaron desde finales de los setenta fueron muy diversas.

Baga, biga higa, de Mikel Laboa. 
Mikel Laboa pertenecía a un grupo llamado Ez dok amairu
que hacían espectáculos en los que cantaban sus poemas.

            Desde principios de los 80, la revista literaria Susa dio el salto a la edición de libros y, en torno a ella se fueron agrupando una serie de autores que podríamos considerar afines a las líneas estilísticas marcadas por Atxaga e Izagirre: entre ellos, Xabier Montoia, José Luis Otamendi, Iñigo Aranbarri e Itxaro Borda. De esa época es el primer poemario de Joseba Sarrionandia, Izuen gordelekuetan barrena (1981), uno de los mejores poetas de la literatura vasca.
            En la década de los 80 empiezan a escribir Tere Irastorza e Itxaro Borda. Junto a estos nombres habría que citar los de Luigi Anselmi, Gerardo Markuleta, Karlos Linazasoro o Pako Aristi.

Harkaitz Cano, uno de los poetas de los noventa
            En los noventa, la revista Susa serviría de plataforma de lanzamiento a Lukabi banda, de la que formaron parte, entre otros, Harkaitz Cano, Asier Serrano, Garikoitz Berasaluze y Xabier Aldai. Revitalizaron una revista que estaba en stand by y cultivaron en ella sus poesías durante dos años. Acabada la aventura, cada uno siguió su camino en solitario. Algunos publicando sus obras en la editorial Susa, como Harkaitz Cano y Xabier Aldai. Otros ex miembros, como Berasaluze y Serrano, continuaron su carrera al margen de ella. 

            Desde entonces, el campo de la poesía no ha dejado de extenderse, sobre todo gracias a la labor de las editoriales Susa y Pamiela. A las voces anteriormente citadas se unieron a finales de los noventa y principios de los dos mil las de Miren Agur Meabe, Kirmen Uribe, Igor Estankona y Jon Benito entre otros.
Tampoco hay que olvidar los poetas que han publicado gracias a los premios literarios o a su propia iniciativa, como Ixiar Rozas o Mikel Peruarena.

            Por último, cabría destacar la importancia que en este comienzo de milenio han adquirido los recitales de poesía, acompañada tanto de música como de otros elementos audiovisuales o multimedia.

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